No hay
poesía sin tu mirada
Sin tus
manos ardientes de deseo,
Es la copa
roja de tus labios
El vino que
estaña mis besos
En las
islas orientales de la vida.
Como un
musgo aferrado a la roca
Me encuentro
en este desfiladero,
Los huesos
atados al alma
Poeta sin
versos ni tiempo,
Tierra
abierta a la semilla
Al trémulo
amor que espero.
El talle de
tu cuerpo lo hago mío
Como la
risa de tus ojos ligeros,
Tú abrazas
las notas de mi piano
Y el manto que
cubre tu cuerpo,
Se abre tu
pecho desesperado
al silencio
que nos da el encuentro.
Se acalla
la bulla del cemento,
Y un espejo
que la lluvia desviste
Abre a las
fachadas el misterio,
Una estela palpitante
que funde la calma
Con el
sello de una luna ensangrentada,
Y te miro
en la poesía de tu cuerpo,
Para marcar
tu piel y tu alma.
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