domingo, 5 de octubre de 2014

Mi cuidad



Si pudieras convidarme de tus casas,
Esas luces, esas avenidas de historia,
Consumidas entre tanta lluvia y nieve atada.
Tomaría tus alas de hierro eterno,
Acabaría por fundirme con esas olas de sal,
Con ese balanceo de los barcos,
Que esperan en el puerto sin cesar.


Tus brazos de piedra extendidos,
Empapados por llantos de tantos,
Que vivieron y nacieron con tu alma,
Con tus tierras con tus flores de primavera.
Tus brazos vigilados por soldados,
Por metrallas y cañones orgullosos,
Que viven congelados en tu pecho,
Eternamente atados por tu mar.


Remontas el tiempo pasado,
Lo mezclas con la sangre del cielo,
Que se esparce por otoños y veranos,
Sobre parques y colinas cansadas.
Si pudiera robarte un suspiro alado,
Escribir mis versos en tus rocas,
En tu puerto vestido de ballenas,
Y hielos eternos gobernantes polares,
Que visitan de vez en cuando,
Tus ventanas y tu historia presente.


Tu fuerza vuelve desde el centro,
Como una fragancia evaporada,
Me amarras a tu seno desvestido,
Me revives con tus calles inclinadas,
Con tus playas de rocas esparcidas,
Con tus caderas adornadas,
Por luces de ventanitas al mar.


Te vuelves verdad pura y duradera,
Te vuelves desde el misterio,
Hacia el profundo verde océano,
Y me recuerdas lo que vivo,
Lo que siento estando frente al viento,
Que no deja de soplar y golpear,
Tus costas y tus aceros oxidados,
Y tus historias de guerra y paz.

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